La
gran fiesta y su gran ética
Definitivamente en la
cultura popular boliviana, la entrada del “Gran Poder” que anualmente tiene
lugar en la ciudad de La Paz, es la máxima expresión del folclore andino, no
sólo por las dimensiones económicas, sociales y mediáticas sino por los
elementos de interacción y simbolismo social y cultural que están implicados.
El carnaval de Oruro, por otra parte, compite en fastuosidad pero sus
connotaciones sociales y culturales son diferentes. La fiesta del Gran Poder es
la gran fiesta de los andes porque expresa directamente la “espiritualidad” de
los descendientes aymaras asentados en la urbe que participan directa o
indirectamente en esta fiesta.
La entrada es objeto de gran
admiración de propios y extraños por el derroche de energía y la ostentación de
poder económico, sin embargo, y este es el núcleo de nuestra reflexión, no se
agota en los kilómetros de recorrido ni en la vistosidad de las máscaras y
disfraces. El gran poder no es sólo la entrada, es la fiesta que temporal y
espacialmente rebasa a la misma.
La entrada se constituye en
la exteriorización, casi publicitaria, de la vivencia de una fiesta configurada
por una serie de elementos que suelen ignorarse en el análisis académico sobre
este “fenómeno” cultural. Las razones por las que se invisibilizan estos
aspectos esenciales de la fiesta no los conocemos a ciencia cierta pero quizá
sea para no incurrir en apreciaciones “politicamente incorrectas”.
Así pues, la fiesta del Gran
Poder aglutina una serie de prácticas, una serie de costumbres cuya metafísica
puede proporcionarnos claves de la ética que la estructura.
¿Quién baila en el Gran
Poder?
Siguiendo un estribillo de
una canción top en ritmo de morenada[i] podemos asegurar que
quienes participan en el Gran Poder son los que disponen de recursos económicos
suficientes, es más, podemos decir que sólo bailan los que tienen "planta". Y es
precisamente este hecho básico que le proporciona al folclorista del Gran Poder
una condición, un status, de distinción.
Podemos colegir de este
hecho, asumido con naturalidad por la población en general, que la fiesta del
Gran Poder no está abierta a todos y, un poco más, es una fiesta de
discriminación. La fiesta en honor a Jesucristo (señor del Gran Poder)
completamente ajena a los preceptos cristianos convencionales reune a
privilegiados y excluye a los pobres. Así, parecería que la interpretación de
Stermann sobre las interrelaciones de hombre andino no tiene cabida en esta fiesta, “Los principios 'lógicos' de correspondencia
y complementariedad se expresan en el plano ético, sobre todo, a través del
principio de reciprocidad. Este hace las veces de normatividad cósmica que
incluye a todos los actores y elementos, tanto divinos y humanos, como
no-humanos, tanto de hanaq/alax pacha, como de kay/aka pacha y hasta
de uray/manqha pacha.” (Stermann,
2006)
¿Por qué la gente baila en
el Gran Poder?
Seguramente muchos de los
promotores del Gran Poder podrían responder esta interrogante como lo sugiere Sterman
“La mayoría de los rituales típicamente andinos tienen como finalidad la
'conciliación' de las fuerzas naturales o pachasóficas mediante una retribución
recíproca, pero simbólica, del valor vital que tienen” (Stermann, 2006).
Sin embargo, y considerando que
la erogación económica es fuerte y que pueden testimoniarse casos en los que
intereses y necesidades familiares son postergadas para que la gente participe
en la fiesta del Gran Poder, las
motivaciones para participar en ella parecen diferentes.
Convecionalmente se
maniestaría que la razón básica es de carácter religioso, que se baila a
DEVOCIÓN DEL SEÑOR DEL GRAN PODER, como si se tratará de un sacrificio, de una
ofrenda o penitencia para adorar al señor del Gran Poder que no es otro que
Jesucristo de la iglesia católica. Empero esta respuesta de cliché no encuentra
asidero en lo que se hace durante la fiesta. Por ejemplo, hace unos años los
devotos bailarines no aceptaron donar
Bs. 1 (un boliviano 00/100) para fines de mantenimiento de la iglesia.
La fiesta en el nivel
simbólico congrega hasta 40.000 folcloristas porque participar en el Gran Poder
reporta un status que en el mundo aymara mestizo es un capital de gran
importancia, además está la gratificación hedonista de los múltiples capítulos
en los que se desarrolla la fiesta.
Finalmente podemos asegurar
que la participación en la fiesta del Gran Poder se constituye en una
oportunidad e incluso opción económica. La organización de las diferentes
comparsas, fraternidades, etc. es disputada por los integrantes simplemente
porque, administrando las diferentes cuotas para disfraces, invitaciones y
otros, cobros por derechos de ingreso, administración de pagos de publicidad,
administración de las cajas de cerveza que cada integrante e invitado aporta a
lo largo de todos los eventos de la fiesta; organizar la fiesta del Gran Poder
es un negocio altamente lucrativo.
Entre los participantes con
mucha frecuencia aparecen figuras públicas, para estas personas y en especial
para los políticos se perfila otra motivación no menos atractiva que el lucro y
es la popularidad y búsqueda de reconocimiento.
Conclusión ¿Es el Gran Poder
la expresión de valores ancestrales?
El Gran Poder es asociado,
por sus promotores, como una expresión que rescata y revaloriza los valores ancestrales.
Ciertamente muchas de las danzas y ceremonias tienen antecedentes ancestrales,
sin embargo, están tan distorsionas o tan lejanas en su referente original que
actualmente y en esencia el Gran Poder es la expresión de valores
mercantilistas y capitalistas occidentales.
Como vimos es una fiesta
excluyente cuyo parámetro moral de mayor difusión es la discriminación.
La motivación de los
participantes, aún a costa de sacrificios personales y familiares es la
distinción y estatus individual.
El valor económico es el
preeminente, quien quiera participar tiene que pagar por su traje, por su
disfraz, por la invitación, por la presencia de un artista internacional en los
ensayos, tiene que pagar por su seguridad y por supuesto por su cerveza.
Antes que la devoción a una
entidad divina occidental ajena por completo a la cosmovisión y religión ancestral, la
fiesta del Gran Poder tiene un transfondo hedonista, que contradice de forma
diametralmente opuesta a los supuestos valores éticos ancestrales del mundo andino
como son la fidelidad, la mesura, la paciencia y otros.
Bibliografía citada
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